martes, 9 de marzo de 2010

Magia y arte (2)

Otro momento de reflexión... A raíz de la fantástica e inusual conferencia de Helder Guimarães, que estrenó en la pasada VIII edición del Memorial Arturo de Ascanio, y después de leídas sus notas y pensamientos, surgen unos cuantos interrogantes que, lejos de responder a los que él mismo plantea, pretenden causar una reflexión en el lector (mago) que se precie y se atreva a abrir su mente a este tipo de perspectivas.


La pregunta inicial es la siguiente: “¿Cuáles son los factores que convierten a la magia en arte?”. Desde el punto de vista externo, podemos hablar de interpretación, presentación, estética… Si nos referimos a lo que el público aprecia, podemos hacer hincapié en la belleza del manejo, las tablas sobre el escenario, saber plantarse ante el público, dominar el espacio escénico, convertirse en amo y señor de la mesa de cerca… Desde el punto de vista interno la cosa cambia. Intentaremos ir por partes, como dijo Jack el Destripador, para desmenuzar este intrincado laberinto de interrogantes, ideas y respuestas que, adelanto, no llevan a ninguna conclusión o, al menos, no a una fácil ni consensuada. De hecho, quiero poner en el aprieto de incidir aún más en el denominado “Dudario” por el autor, quiero remarcar las palabras de Helder cuando dice: “Yo no lo sé, no tengo la respuesta” al preguntarle a él qué tiene de arte la magia.


Lo cierto es que es difícil comparar la magia con otras artes, por muchos motivos. Por ejemplo, si hablamos de pintura o de escultura, la obra es permanente una vez se ha realizado, y lo que se aprecia es el trabajo final, el resultado. Por su parte, la magia es efímera, vista y no vista, y aunque el recuerdo (o el efecto cometa) tenga gran importancia en la magia sentida por el espectador (lo que interpreta su mente, como vimos en la primera parte de este hilo hace ya tiempo), lo que se entiende por arte es lo que se ve en el momento de realizarla, la obra dura lo que dura el efecto, el juego, la rutina, y se desvanece en cuanto termina. Por eso la apreciación es distinta, porque no es lo mismo contemplar un espectáculo de danza o una obra de teatro que un cuadro o una construcción de estilo barroco. Pero intentemos ceñirnos al tema principal de esta entrada.


Si un mago de cualidades interpretativas excelentes presenta un juego de efecto medio o bajo, de calidad baja y poco o nada pensado en su estructura y construcción, ¿está haciendo arte? Desde el punto de vista interpretativo sin duda alguna sí pero, ¿es arte mágico? Tal vez la respuesta sería no, y puede ser por dos motivos: 1) el juego no es suyo, no es el compositor de la obra, sólo el intérprete. En este caso no tenemos más que discutir, recurriremos a ver qué hacía y cómo el propio creador del efecto. Lo que nos lleva al caso número (2): si este mismo mago es el creador del efecto entonces, desde el punto de vista mágico, no es arte. ¿Por qué? Ahí está el asunto, definir la magia como arte, y volvemos a empezar. Si queremos hablar de arte en la magia, tenemos que posicionarnos. No aprecia el público lo mismo que aprecia el mago, no se ve lo mismo desde dentro que desde fuera y, desde luego, no se pueden apreciar cosas que no existen. Y me explico.


El mago debe pensara la hora de crear un efecto en la construcción, la vida interna y externa, la técnica, el movimiento secreto y oculto, la naturalidad condicionada, los paréntesis de olvido, las preguntas obnubilantes, el ritmo, el clímax, la dramatización… El espectador, por su parte, no puede apreciar nada de eso; desconoce la existencia de todos estos elementos que integran un juego o una rutina, por tanto no puede apreciar la importancia y/o la calidad de todos ellos, si la estructura es buena, si la construcción es adecuada, si se ha realizado correctamente una misdirection... El espectador no puede apreciar lo que no ve, y no lo puede ver porque no sabe que existe. Por tanto, la apreciación que tendrá el espectador de la magia desde el punto de vista artístico será necesariamente diferente, por definición, de la que tenga el mago. Siempre.


Sin extenderme más, dejo esto aquí como pequeña reflexión, ya habrá momento de ahondar más en el asunto y la controversia, en la discusión y el debate. Sólo pensad en ello. Para mí, al menos, queda claro que el mago tendrá siempre un lastre, y es el de no ser comprendido ni apreciado por el público en todo su esplendor. Pero es el precio que ha de pagar por la excelencia en la magia: pasar inadvertido para ser el mejor. ¿Le dolerá al mago no ser valorado en todo su esfuerzo por su público, a quien en realidad se debe? Diantres, qué de incógnitas y paradojas…


Volveremos a pensar en ello. Ah, y muchísimas gracias, Helder.

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